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PEDAGOGÍA DEL AMOR Y LA TERNURA.


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También conocida como continuidad afectiva.


La pedagogía del amor o la ternura implica que el educador, además de amar a todos y cada uno de sus estudiantes, se ama y ama lo que hace; ama su profesión y ama la materia que enseña. Si el educador ama la materia que enseña, será capaz de transmitir ese amor a sus educandos, les comunicará su propia pasión. Estará siempre buscando, aprendiendo, formándose, y de este modo provocará en los aprendices su hambre de aprender.


Para Antonio Pérez Esclarín, coautor del Programa de Formación de Educadores Populares de la Federación Internacional de Fe y Alegría, apoyando los procesos de Profesionalización de educadores,
que se han impartido a lo largo de América Latina.

Indicando que el amor es el principio pedagógico esencial. De nada sirve un graduado en docencia, de una prestigiosa universidad con notas excelentes, si carece de este principio.  En educación es imposible ser efectivo sin ser afectivo. No es posible calidad sin calidez. Ningún método, ninguna técnica, ningún currículo por abultado que sea, puede reemplazar al afecto en educación. Amor se escribe con “a” de ayuda, apoyo, ánimo, aliento, asombro, acompañamiento, amistad. Amar significa aceptar al estudiante como es, afirmando su valía y dignidad. Generando confianza y seguridad, solo en una atmósfera en una de seguridad, alegría y confianza podrá florecer la sensibilidad, el respeto mutuo y la motivación, tan esenciales para un aprendizaje autónomo. Propiciar una relación cordial y afectuosa entre el profesor y el educando.

El amor es también paciente y sabe esperar. Por eso, respeta los ritmos y modos de aprender y presto a brindar nuevas oportunidades. El amor paciente no etiqueta a las personas, respeta siempre, no guarda rencores, no promueve venganzas; perdona sin condiciones, motiva y anima, no pierde nunca la esperanza, no es consentir, sobreproteger, regalar notas, dejar hacer, no se fija en las carencias del educando sino más bien, en sus talentos y potencialidades, no crea dependencia, sino que da alas a la libertad e impulsa a ser mejor. Busca el bien-ser y no sólo el bienestar de los demás. El docente cree en cada estudiante, lo acepta y valora como es, con su cultura, su familia, sus carencias, sus talentos, sus problemas, su lenguaje, sus sueños, miedos e ilusiones; celebra y se alegra de los éxitos de cada uno, aunque sean parciales; y siempre está dispuesto a ayudarle para que llegue tan lejos como le sea posible en su crecimiento y desarrollo integral. Por ello, se esfuerza por conocer la realidad familiar y social de cada estudiante para, a partir de ella, y a poder ser con la alianza de la familia, poder brindarle un mejor servicio educativo.


Para Paulo Freire, exponente significativo pedagogía del siglo XX. Pedagogo de los oprimidos y en su trabajo transmitió la pedagogía de la esperanza. Influyó en las nuevas ideas liberadoras en América Latina y en la teología de la liberación, en las renovaciones pedagógicas europeas y africanas, y su figura es referente constante en la política liberadora y en a educación. Sus ideas influenciaron e influencian los procesos democráticos por todo el mundo. Con su principio del diálogo, desarrollo una vía de acuerdo en la relación entre profesores y estudiantes.

La pedagogía dialógica, este diálogo no es fácil ni siempre posible, pero es necesario, tanto que si la estructura no permite el diálogo hay que cambiar la estructura no renunciar a él. Cambiar la estructura es cambiar el currículum tomándolo como la totalidad de la vida dentro de la escuela. Concibe la educación como una obra de arte y el educador como un artista que rehace el mundo, lo redibuja. Lo hace desde la sensibilidad, desde la estética y la ética; con su voz que no tiene sentido sin la voz del grupo y entendiendo que el amor es la transformación definitiva y la única forma de enseñar amar es amando.

Hablar de la pedagogía del amor o pedagogía de la ternura es reconocimiento de diferencias, capacidad para comprender y tolerar, para dialogar y llegar a acuerdos, para enfrentar la adversidad y aprender de los desaciertos, tanto como de los aciertos. Es enfatizar en el arte de educar con cariño, con sensibilidad, para alimentar la autoestima y superar los complejos de inferioridad o incapacidad. Es una pedagogía que evita herir, comparar, discriminar por motivos religiosos, raciales, físicos, sociales o culturales. Y la ternura es encariñamiento con lo que hacemos y lo que somos, es deseo de transformarnos y ser cada vez más grandes y mejores. En consecuencia, no promueve la indisciplina; por el contrario, promueve la construcción de normas de manera colectiva, que partan de las convicciones y sentimientos y que suponen la motivación necesaria para que se cumplan.